Temor de Dios
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       Sentimiento y actitud de respeto ante Dios, presentado como Padre amoroso por Jesús, pero también Ser Supremo infinitamente justo, sabio y amante de la fidelidad, que hizo al hombre libre y responsable en sus actos. El concepto y el término "temor" aparece en la Biblia en muchas formas: como expresión de miedo (Mat. 28.5 y Lc. 12.4); como manifestación de respeto y veneración. Las expresiones relacionadas con el temor de Dios se diversifican en el Antiguo Testamento: (Ecl. 1.13 y 2:19). Es la fuente de la vida y de la fortaleza (Prov. 14. 26 y 27)
   En el Nuevo Testamento 158 veces aparece el concepto de temor o miedo ("fobos" como sustantivo y "fobomai" como verbo). Sólo una docena de ellas alude al temor a Dios en el sentido de respeto y reverencia al Señor del cielo y de la tierra.
  El temor es natural en el hombre: a la muerte, al fracaso, a lo desconocido, al castigo. Jesús mismo tuvo también miedo como hombre, como lo muestra su angustia en el Huerto de los Olivos (J. 18.6) El "temor de Dios es el principio del a Sabiduría" (Salm. 111.10)
   -  El temor de Dios, entendido como respeto se halla profundamente arraigado en el Antiguo Testamento: (Sal. 37.1-6). Incluso aparece como eco en el Nuevo cuando se reclama por parte de Jesús el "temor a quien puede llevar cuerpo y alma al infierno” (Luc. 12.5). En S. Pablo el amor y el temor de Dios no son contrarios, mas bien se complementan. El temor de Dios nos dispone a poner nuestro corazón en lo bueno. "No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor" (Rom. 8.15) y "Es preciso someterse, no sólo por temor al castigo, sino también en conciencia" (Rom. 13.5). "Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo." (Ef. 5.21). "Trabajad con temor y temblor por vuestra salva­ción" (Filip. 2.12)
  - Pero el temor también debe ser entendido como respeto, adoración, obediencia y servicio que lleva a evitar el mal (Prov. 8.13) Y también aparece con frecuencia así en el Nuevo Testamento (Gal. 6.7-8; Ef. 5.21)) El mensaje del Nuevo Testamento es claro: "En el amor no hay te­mor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí el castigo. De donde se sigue que el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor" (1 Jn. 4. 18).
    Para llegar al amor perfecto a Dios hay que pasar por el don del "temor de Dios" en el sentido del respeto a la supremacía y a la justicia divinas.
    No se trata de tenerle "miedo humano" a Dios, sino de temer ofenderle, que es una de las muestras del amor. El sano temor es, pues, camino y pedagogía divina para que nos mantengamos en guardia contra el grave peligro que acecha a todo hombre en la batalla espiritual contra el mundo, la carne y el demonio.
   El temor de Dios no es una ruta alternativa al camino del amor. Se trata más bien de un don divino que nos hace comprender la seriedad del pecado por el castigo que merece ante un Dios justo. Por otra parte, el olvido del don del temor de Dios está llevando a muchos a la negación del pecado y sus consecuencias. El camino está entonces abierto a pretender que todo lo que la carne, el mundo y el demonio sugieren es amor. 
   Educar a los cristianos en el temor a Dios es el mejor camino para entender el verdadero amor a Dios.